La corriente de El Niño que elevó las temperaturas del agua, sumado a un verano excepcionalmente seco y caluroso, con radiaciones alt...
La corriente de El Niño que elevó las
temperaturas del agua, sumado a un verano excepcionalmente seco y
caluroso, con radiaciones altísimas en el sur de Chile, confabulan para
situaciones atípicas como la presencia de medusas en el río de Valdivia
o, para el caso a desarrollar, cerca de 30 mil toneladas de salmones de
cultivo perdidos, con un grave daño a la industria, en Chiloé y el sur
de la Décima región.
¿Se
podía prever esta catástrofe? La experiencia dice que no. Todos los
especialistas con quienes he conversado, coinciden en que la
sobrefloración de la microalga culpable, la “Chatonella”, es tan rápida,
tan intempestiva, que no da tiempo a su control.
En
algunos países más industrializados que Chile, las algas se controlan
mediante ventiladores gigantes para apartarlas de los cultivos. Pero
seamos realistas: nuestra industria, en especial los emprendimientos más
pequeños, no tiene la fuerza para este tipo de inversiones ante eventos
atípicos de la naturaleza.
¿Qué
nos cabe hacer como Estado entonces, ante un fenómeno así de la
naturaleza? No mucho. Pero en ese margen es que cabe mi llamado al
Ejecutivo:
Se
requiere el voto político para exigir al Gobierno, con suma urgencia,
articular cuanto antes un plan de contingencia, intersectorial, para
abordar los impactos económicos y laborales que nos puede dejar esta
batahola, si es que no somos capaces de activar a tiempo medidas de
protección en la zona más afectada.
Porque
lo peor que puede pasar es que tras la catástrofe venga la inmovilidad.
Bien recordamos la gente del sur el desastre que hace unos años dejó el
virus ISA en los cultivos, las miles de personas que quedaron cesantes a
vista y paciencia de las autoridades, las millonarias pérdidas y el
retroceso de nuestra economía a los ojos del mundo.
Es
urgente, primero, generar consensos con la autoridad pesquera para
flexibilizar aquellas obligaciones que implican cargos económicos,
gravámenes, tributaciones y otros, a la industria y a la actividad
salmonera, mientras la producción vuelve a sus niveles históricos.
Segundo,
debe iniciarse cuanto antes un catastro del empleo que se está
afectando, para evitar a toda costa el cierre de plantas y el
consecuente despido de trabajadores.
Tercero,
debe activarse de forma preferente y urgente la red de protección
social del Estado a las familias que ya pudieren estarse viendo
afectadas por la caída de la producción, así como también los
instrumentos de apoyo a la empresa y la intercesión ante la banca para
conseguir flexibilidad, porque es seguro que muchos de los compromisos
económicos contraídos no podrán cumplirse a raíz de esta externalidad
negativa no considerada.
Y
cuarto, hay que pensar desde ya en la necesidad de incrementar el apoyo
en transferencia tecnológica, en especial a las producciones más
incipientes, porque recordemos que éste es un evento estacional, pero
que sin duda alguna, más tarde o más temprano se va a volver a repetir.
BERNARDO BERGER FETT
Diputado de la República
Miembro comisión de Pesca, Acuicultura e Intereses Marítimos
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